Profesores a lo largo de la vida hay muchos: los hay con
quien te llevas mejor, y los hay con los que te llevas peor. Es cierto que a
medida que van creciendo van siendo menos simpáticos aún. En Bachillerato se
saben tu nombre casi de chiripa y en la Universidad ya directamente das igual. Una
cosa que creo que me caracteriza es que nunca falto el respeto a nadie: ni a
mis compañeros ni a mis profesores. El día que lo haga, dejaré que me deis todo
tipo de palos. Pero hasta que eso ocurra, expongo mi queja.
Una de las cosas más interesantes que me dijeron en mi
visita a la Once recientemente es que los discapacitados no quieren sentirse
más que el resto, pero tampoco menos. Y creo que es algo que pensamos todos los
humanos: no queremos sentirnos superiores, pero tampoco inferiores.En esa
complicada relación alumno – profesor esta no se cumple. Y los alumnos muchas
veces nos sentimos ninguneados por los profesores. Los alumnos parecemos
culpables de los defectos de los profesores. Porque sí, da la sensación que
ellos nunca cometen fallos, que siempre somos los alumnos culpables de todo.
El jueves de la semana pasada tuvimos que exponer para una
asignatura algo, y ese día coincidió con una recuperación. La profesora, ante
mi problema, me dijo que cogiera un justificante de examen, fuera a su tutoría
y que expusiera mi parte del blog. Aquí podría decir que mucha culpa del blog
buena o mala es mía y un par de personas más pero no viene a cuento y tampoco
conviene perder el tiempo en eso.
En fin. Hoy lunes, me levanté y fui a su tutoría, la cual
duraba desde las 12:15 hasta las 14:15. Cuando llegué, sorprendentemente me
encontré con tres grupos de trabajo del grupo de clase 2 de la mañana, que
decían estar allí presentes porque no les había dado tiempo a terminar de
exponer. Obviamente, en palabras de la profesora la culpa es nuestra. Aunque la
realidad sea bien diferente…
Viendo que la cosa se alargaba, yo me iba impacientando:
pasaba el tiempo y la cosa no avanzaba. Cuando eran más de las 14:40 llegó mi
turno de entrar. Nuestro turno, ya que entré con dos chavales diciéndoles que
me permitieran entrar y que no tardaría mucho. Aunque también había otros
motivos: tenía clase a las tres y media y viendo la hora que era, me veía en
clase sin comer.
Cuando entramos y ya pude explicar mi situación me encontré
con la perlita del día: “No es responsabilidad mía, así que ven después de
Navidades y sin problemas”. Obviamente, el cabreo que llevaba (y llevo) es
mayúsculo. Si ella no tiene la culpa de eso, ¿tengo/tenemos la culpa de que
ella haga de una asignatura básica para el periodismo un bodrio? ¿tengo/tenemos
la culpa de que sus clases sean monólogos basados en sus experiencias
vitalicias? ¿tengo/tenemos la culpa de que ella no sepa organizarse? ¿tengo/tenemos
la culpa de que ella dé consejos, normas, y reglas para ser periodista que esa
docente después no sigue?
Y da la casualidad que profesores que te miran por encima
del hombro en la Universidad hay más de uno y más de dos. Y repito: no quiero
que un profesor me ponga una alfombra roja por la vida, pero tampoco sentir
faltado mi respeto. Como cuando esa vez le dijeron a unos compañeros que "les había jorobado su semana al ir a clase porque quería hacer puente".