Dice mi profesor de psicología que usamos el deporte como
modo de abstracción. Mientras vemos un partido de fútbol o de baloncesto no
pensamos en política, no pensamos en nuestros dilemas personales o en qué vamos
a hacer al día siguiente. Igualmente, el deporte es algo tan importante para
nosotros porque simboliza un gran sentimiento con el que nosotros sentimos
empatía.
Cada vez estoy más convencido que el equipo que mejor
representa esa empatía es el Atlético de Madrid. El club colchonero desde antes
de la llegada de su actual entrenador era un equipo de capa caída, instalado en
la zona media a veces alta, y a veces baja, pero que su actual éxito tiene
nombres y apellidos: Diego Pablo Simeone. El argentino ha conseguido gracias a
la filosofía del Carpe Diem o del Partido a Partido instalar a sus jugadores en
la élite del fútbol mundial, quizás sin tanto dinero (y jugadores que te hagan
jugar a un juego de ataque) como los equipos de esta aristocracia pero sí con
ambición, humildad y con espíritu de ganador.
Una diferencia importante de la que nadie se da cuenta es
que los baches de Real Madrid y Barcelona es porque cuando juegan, atacan once
y defienden ocho, porque ni Messi, ni Suárez ni Neymar defienden en Can Barça y
ni Bale, ni Benzema, ni Cristiano Ronaldo defienden en el Bernabéu. Simeone ha
hecho de su equipo una auténtica piña, donde nadie es indiscutible, donde todos
corren por igual, y donde nadie es más importante que nadie. Simeone igualmente
ha conseguido llevar a la hinchada de su equipo desde un pesimismo absoluto (aquella
mítica frase de “¿por qué somos del Atleti?”), a malacostumbrarla a ganar o por
lo menos a pelearles de tú a tú a los que antes casi les rendían pleitesía.
El caso más significativo del Efecto Simeone puede ser
Fernando Torres: cuando ‘El niño’ se retire, seremos muchos los que no nos
acordemos que cuando volvió al Calderón, estaba cedido y dedicado ya a la mala
vida en Milán. Torres volvió al Calderón y recuperó la ilusión hasta el punto
de estar ahora en uno de los mejores momentos de su carrera.
Por eso, el Atleti tiene algo que te hace decir: “joder, qué
h… tienen estos del Atleti”, te hace ir con el Atleti en un partido donde no
juega tu equipo. El Atleti ha conseguido que su afición vuelva a rugir, acabar
con los más de quince años que llevaban sin ganar al Madrid y que ahora sean
los merengues los que sientan complejo de inferioridad cada vez que pisan el
terreno de los indios. Ha conseguido que sus partidos con Barcelona y Real
Madrid sean tan importantes como los Barça – Madrid.
Como el fútbol es un deporte irracional, que a veces te
compensa y a veces no, si bien el Atlético de Madrid consiguió el utópico hito
de ganar una Liga, al Atlético de Madrid le debe una Copa de Europa: quizás más
por lo que pasó en 2014 que por lo que pasó contra el Bayern de Munich. Ese gol
de Ramos en el 93’ dolió a mucha gente no seguidora de los rojiblancos, pero
esa humildad de la que hablaba la demostró Simeone, cuando ya siendo perdedores
y hasta goleados, pedía a sus jugadores que no bajasen la cabeza, porque no
tenían nada de lo que avergonzarse. Lo habían dado todos. Y tengo la sensación
de que el fútbol este año, no sé si con la Liga o con la Liga de Campeones, le va
a devolver la fortuna que le quitó hace dos años. Porque “si se cree, y si se
trabaja, se puede”. Y “nunca dejes de creer”.