sábado, 15 de agosto de 2015

Más cariño y menos odio.

El verano es esa época en la cual nos limitamos a descansar. Sin quitar ningún ápice de razón al fundador de esa teoría, en verano es cuando de verdad leemos, escuchamos, vemos aquello que de verdad nos crea un interés dentro de nosotros más allá de lo que aprendemos en la escuela. Un servidor este verano ha aprovechado para seguir averiguando cosas sobre la vida de Michael Jackson, una de las personas más intrigantes que hay. Dentro de los escenarios es un huracán, un mago, enrabietado, eufórico, harto de aquella mala infancia que le impidió ser feliz durante su juventud. Michael Jackson tuvo, tiene y tendrá la capacidad de que su música nunca es repetitiva. Siempre se saca un as de la manga, siempre revoluciona la música. En cambio fuera de los escenarios, esa euforia que tenía una vez el telón desaparecía se fue perdiendo poco a poco. Creo que es una persona que tras el incidente con Pepsi sufrió una depresión que siempre le acompañó hasta que se apagó su luz, por mucho que su estrella siempre estará viva. Ese incidente le convirtió en una persona superficial y frustrada que encima no se vio nada favorecido por algunas de sus declaraciones cuando surgió el tema de la pederastia.


Michael Jackson como digo, es una persona de la que se pueden escribir millones de libros y todos serán pocos. Una de las pocas cosas en las que estoy de acuerdo con él fuera del show es en que al mundo le hace falta cariño, le hace falta amor. Y es verdad, hace falta más amor de madre. Ya apenas quedan personas que vayan a trabajar o a estudiar con la sonrisa del primer día. Siempre me ha llamado la atención de un profesor este año sus ojos brillantes de ilusión, de entusiasmo por dar clase, aunque luego estas fueron más cansinas que ilusionantes. No hace tanto tiempo los padres iban con sus hijos al fútbol para pasar un buen rato las tardes de domingo, más allá de que se pierda o se gane. Hoy parece que vamos a los partidos más pendiente de llamar al rival "hijo de tal" que a pasarlo bien. Menos mal que solamente ocurre en este deporte tan maltratado que llamamos fútbol, aunque los subnormales con tímidos intentos también intenten llevarlo a otros deportes.



Y es que nadie sabe por qué, pero nos estamos empeñando siempre en rivalizar. En analizar las cosas siempre comparándolas con lo que haría el eterno rival. Que si PP o PSOE, que si Barça o Madrid, que si "españolitos" o independentistas, que si Antena3 o Telecinco... Tenemos que aprender a felicitar al rival sin mirarnos la pelusilla envidiosa del ombligo. El mundo echa de menos que dejemos de ser tan superficial, necesita mucho más cariño del que creemos. Una caricia, un beso en la frente, un halago... el mundo necesita olvidar que está enfermo, y no podemos volver a dejar de pasar de puntillas todo el cariño que echa de menos.

martes, 4 de agosto de 2015

500 versos.

Llegamos a un acuerdo a cambio de que le dedicara 500 versos. Pero 500 versos no son suficientes. No son suficientes versos para un sentimiento que se mete en mi alma entera y vive dentro de ella las 24 horas del día  y los siete días por semana. Me hacen falta más versos para describir a la única persona que logra la desesperación en mí, la única persona que ha logrado ser un elemento tan básico como el aire.

Entienda usted que yo necesito más versos. Que ella me ha enseñado a apreciar la vida, a considerarla como un tesoro. También he aprendido de ella que cada pestañeo es el único segundo de respiro de esta cosa tan frenética que es la vida.  Entienda usted que yo no entiendo de rimas consonantes ni versos de arte menor. Para mí ella es un constante encuentro de estrellas fugaces vestidas de musas. Podría yo hablarles de metáforas y sinestesia, pero cierre los ojos e imagine que los labios más bonitos del mundo besan su cuello y dejan la marca del carmín en él.

Mis versos no pueden tener más introdución, nudo y desenlace que ella. Yo sin ella soy un absoluto fracaso. Un viaje a la nada. Por eso no duermo. Por eso me paso las noches en vela recordando todos sus besos. Tienen un sabor distinto al resto. Saben a cerveza. Sus besos me han hecho creer en la suerte. ¿Para qué quiere uno soñar cuando despierto se da cuenta de que está viviendo el mejor sueño que se puede vivir?


No son suficientes 500 versos. Menos para alguien que nunca ha jugueteado con la poesía. No me basta ni con todas las horas que tiene el día para amarla. Me ahogo en el tiempo buscando un nuevo momento para darle un beso dulce en su hombro, o para cosquillearle sus pies.  

500 versos no son suficientes. Menos para alguien como ella, una persona tan absolutamente sobrenatural. La única persona que me ha dejado sin palabras. Y un loco enamorado sin palabras no puede hacerle 500 versos porque enloquecerá más aún buscando más versos para hablar de ella.