viernes, 26 de junio de 2015

Nueve meses para una esperanza llamada Sueño.

No es nada fácil valorar este año tan apoteósico de sudor, lágrimas, y menos mal que sangre no, cuyo final quizás era esperado por algunos, pero totalmente inesperado por mí. Y eso que las cosas han sido difíciles desde antes de empezar.

Empezaban siendo complicadas desde la elaboración de las clases. La composición de dos clases compuesta por alumnos de sociales y humanidades hizo que en mi clase yo fuera el único chico de humanidades que hubiera, siendo el resto chicas. Este hecho aparentemente tan insignificante es más difícil cuando hablamos de un periodo de nueve meses, y cuando le sumamos algunas circunstancias como mi cerrada personalidad, mi dificultad de ganar confianza, o mi nula relación con algunas de esas chicas. Siguió complicándose con los primeros contactos con otros profesores, y todas esas críticas por tu caligrafía. También es un año muy complicado por la presión interior y exterior que se produce a tu alrededor con aquella frase insistente de “tienes que sacar nota”. Este factor va creciendo cuando empieza el curso y ves que en algunas asignaturas vas bien, pero que en otras no vas tan bien y empiezas a comerte la cabeza buscando respuestas a esto. Aún así sientes que todavía hay tiempo para cambiarlo todo, pero que no puede uno desesperarse a las primeras de cambio. Acabas la primera evaluación con todo más o menos bien pero con dos asignaturas suspendidas, una sensación un poco agridulce. A lo del intercambio quizás debería mencionarlo, pero hay cosas patéticas en la vida que no se pueden hacer nada para evitarlas.

Con la segunda evaluación viene la llegada del frío y también exámenes en los que das todo de ti y el resultado es decepcionante. Esa paciencia y pensamiento de no desesperación se esfuman y pronto empiezan a aparecer dudas acerca de todo. También aparecen los problemas físicos hasta en los exámenes, y que no te ayudan nada a controlar la situación. Ya te empiezas a sentir más desesperado, más inseguro, empiezas a fallar en cosas que siempre se te habían dado genial, sientes que te hace falta la confianza de algunos profesores, una quimera para un alumno de ese curso. El único punto positivo de esto es la mejora en la relación con algunas personas de tu grupo pero en especial con Andrea, Alba e Irene. La segunda recogida de notas tiene un balance igual en cuanto a la nota media, con subidas y bajadas, pero con el déficit de que has suspendido una más que en la primera. Ahí te derrumbas, piensas en dejarlo, en rendirte, te sientes ya inferior al resto y no hay quien te haga levantar la cabeza agachada. Por supuesto ni siquiera piensas en selectividades ni notas de corte, porque lo ves como una utopía. Te planteas una filosofía tan conservadora como antigua, día a día, piano a piano, o partido a partido. Esta caída en picado tiene su culmen cuando comienza la tercera evaluación, pasa Semana Santa y las dos semanas que hay entre esta y Feria, y te plantas el martes de Feria con un examen de Arte que te resulta casi imposible que sea menos fácil. Sales con la conclusión de que por fin, el quinto examen será el primero de esta asignatura que apruebes. Pero cuando llega la corrección del examen has sacado un 4’6. Ya no es que el mundo se te caiga encima, ya es que casi eres tú el que pide la rendición. Si no la has pedido ya, es porque piensas que son solamente tres meses más de sufrimiento, y que hay que aguantar el chaparrón hasta el final.

Es bastante irónico, pero la tercera evaluación es en la que se supone que todos estamos más cansados, es la que se hace más espesa y es la que crea mayor sufrimiento. Y en mi caso, creo que esta fue la evaluación en la que mejor me encontré. Segundo de Bachillerato es un curso en el que jamás eres capaz de sentirte cómodo ni un segundo, y yo en este último trimestre me pude sentir mínimamente relajado, aunque seguían habiendo cosas que no salían, pero aquí tuvo que entrarme en la cabeza un sentimiento de que todo trabajo tendría su recompensa, aunque todo lo que hubiéramos recogido hasta el momento no hubiera sido lo que deseábamos. Esta locura de tercera evaluación también entró en lo personal con un viaje a Madrid en el que estaba puesta toda la ilusión del mundo, y que no fue más que el primer chasco de los ojalá muchos que tenga, al menos en lo literario. El momento clave es cuando estás en plena decepción por no haber ganado este certamen literario y estás consolándote con un queso y un jamón de casta, en una reunión cual Isabel Preysler después de Nochebuena, y en ese instante alguien de las personas que más te ha soportado, y que tiene enchufe a las notas en Séneca te suelta un “quillo, que lo has aprobado todo!”, entonces ese clima tan antinatural de sobriedad lo rompes tú saltando como un loco por los preciosos jardines de esa preciosa universidad. Y aunque el disgusto sigue estando ahí, no hay premio más grande que saber que tus sueños siguen adelante, y que no hay quien rompa la esperanza, aunque tu pesimismo te haga desconfiar y querer verlo en papel antes de romper de felicidad. Dicha afirmación se confirma el lunes siguiente cuando el verano ya está en tu cogote. Ya te sientes muy cansado, y hasta reconozco que ya casi estaba a punto de mandar la selectividad a tomar viento, pero nunca desistes. Empieza el papeleo y tu nerviosismo solamente te perjudica, además de contagiarle el nerviosismo a los que están más cerca de ti. No hay quien te calme, quien te haga cerrar los ojos y respirar dos minutos seguidos.

Llega Selectividad. No paras de escuchar eso de que “Selectividad la aprueban nueve de cada diez estudiantes”. No paras de pensar que tú vas a ser ese estudiante que suspenda esta etapa preuniversitaria. Llega el primer examen y te encuentras con un artículo de opinión y un fragmento de Luces de Bohemia. El pensamiento de “viva la madre que te parío” dedicado a la madre del articulista resalta en tu interior. Escribes tantos folios que sales del examen pensando que te ha salido fabulosamente bien, aunque ya la experiencia te haya enseñado antes que no tiene nada que ver sensación con realidad. Quince minutos de descanso porque algo malo tiene que tener el hacer los exámenes con particulares características. Llega Historia para algunos, y Filosofía para otros. Si los de Filosofía dan las gracias a Dios porque les ha caído Nietzsche, los de Historia se acuerdan de muchos porque en la opción del siglo XX ha caído la transición, y en la otra opción algo mucho más sencillo como La Pepa. Dentro de mí se creó el agradecimiento a alguien supremo por haber puesto el tema final del siglo XX porque es aquel que te sabías de pé a pá. No voy a buscar respuestas a esta intuición, simplemente creía en ello y no sé por qué estaba seguro de ello. El examen te sale casi como un traje a medida. No se te olvida nada importante, pero siempre te autorecreas esa sensación de que te han faltado detalles pequeñitos.  Segundo descanso, casi con mareos, buscas una máquina o la cafetería para comprar algo pero de camino te encuentras con quien te anticipó la alegría del año, y te ofrece almendras saladas. No solamente te da energía, también de alguna manera te hace aislarte de Lengua e Historia. Vuelves, y tercer examen. Inglés: el más difícil de la mañana, el más tardío. Inglés es la asignatura caprichosa de Selectividad: o es muy fácil para que puedas subir nota, o es difícil. Y este año tocó el examen complejo. Lo haces como puedes, mirando más el no cometer fallos que buscando ideas para poner aquello que no sabes qué poner. Pasadas las 14:30 sales, sintiéndote aliviado, pensando que lo que peor ha pasado. Las pesadillas ya han terminado y te planteas los exámenes que quedan de una forma más alegre. El día siguiente tienes Literatura Universal, y te encuentras con la opción de Dostoievski, y la opción de Patricia Highsmith, la única autora que apenas habéis estudiado con el profesor, por lo que haces la opción del novelista ruso, y vas a por ella a morder, preferirías que hubiera sido otro autor pero es él. Se repite la situación de Lengua, buenas sensaciones pero miedo al resultado. Sales pensando que ya ha acabado todo lo malo que debía de acabar, solo queda latín, y allí te encuentras con un texto fácil de traducción y de análisis sintáctico, y una literatura más o menos sencilla. Es difícil concentrarse en este examen porque la idea de que es el último examen de nueve meses intensos, difíciles, muy complicados de aguantar. Haces el examen bastante descentrado y lo primero que te preguntan cuando acabas es la pregunta de cuándo salen las notas. Ese instante es cómico porque recién acabado el examen es lo que menos te interesa del mundo.

Entre estos tres días y la notificación de las calificaciones hay una semana. La notificación llega a través de un SMS que le llega a casi todo el mundo menos a ti, y decides buscar soluciones alternativas con un internet más lento que el coche de Alonso. Tarda en cargar, te impacientas, el calor te atosiga, y la impaciencia te desespera. La web te pide el DNI, que te sabes de memoria pero que en ese justo instante estás tan nervioso que necesitas revisarlo, pero el irracionalismo del momento te hace no mirarlo al final. Lo tecleas, y lees las notas. El estado de ánimo es tan imprevisible que la primera reacción no tiene ningún tipo de gesto. La segunda mirada es más profunda, no piensas en medias, simplemente en resultados. Dices en voz alta el pensamiento de que son unas notazas, pero no quieres pensar en medias hasta dentro de varias ojeadas más. Cuando ya piensas en ello todo está bien, pero hay algo que falla. Con la típica letra pequeñita pero esta vez no tan pequeñita el papel aclara que la fase específica no tiene ningún valor en Selectividad. La frase es tan clara que te hace resignarte, pero no lo entiendes, hay algo que debe fallar. A todo esto ya está cerca la una de la madrugada, y estamos mi padre y yo en mitad de El sueño de una noche de verano, nunca mejor dicho. El nerviosismo hace que haya piezas del puzle que no encajen como lo de la fase específica, los criterios de ponderación. Buscamos las notas de corte en Andalucía y en toda España. El sentido común de mi padre, bendito sentido común, hace que las cosas se empiecen a ver de otra manera. Logra colocar bien lo de la ponderación, y rebuscando en no-sé-dónde de la formula de admisión en la Universidad de Sevilla aparece la fórmula que por fin hace cuadrar las cuentas: 0’6xNotaMediaBachillerato+0’4xFaseGeneralSelectividad+0’2xNotaLatín. ¿Resultado? 8’3, cuando la media de la 14/15 en periodismo era 8’2. La alegría se desborda, espanta al sueño. Alegría y euforia se casan para crear dentro de mí la sensación de paz.
Tendría que mencionar a todas esas personas que han creído en mí en todo momento, pero prefiero dejar al margen esto porque creo que hay tres personas de las que debo acordarme porque gracias a ellas he aprendido mucho: Irene ha sido mi compañera de sitio en estos nueve meses. Es una persona que como yo siempre ha sabido lo que quería estudiar. Historia del Arte. Y aunque tuviera una nota muy baja ella ha ido siempre a por todas, buscando el sobresaliente en todo. Ha ido a por todas sin dar nunca de lado a nadie, ayudando a quien se lo ha pedido con lo que le hiciera falta. Es una persona a la que le voy a estar eternamente agradecido porque ella también ha sabido levantar mi estado de ánimo cuando las cosas iban mal, incitándome a que no me rinda, a que lo intente siempre.

A Alba la conocía desde el Sagrado de vista, pero siempre se había quedado en eso. Gracias a este año he podido comprobar una cosa: está como una puta cabra. Pero sin las putas cabras en esta vida seríamos todos unas personas aburridas y rutinarias. Ella es una persona risueña que ríe y ríe todo el día. No me extrañaría tampoco que duerma riéndose. Además ella es insegura, un poco como yo, siempre dice las cosas en voz baja buscando el no equivocarse antes que arriesgar. Se merece un gran salto en sus estudios, porque así va a tener una oportunidad muy grande de poder crecer tanto en su mentalidad como en su confianza.

Andrea es la tercera persona en cuestión. Es preciosa por fuera, ya sea con su pelo natural como el año pasado, o teñida de rubia como este año. El año pasado tampoco había una gran relación con ella, pero todo el mundo me reconocía que ella como persona es un encanto. Se le ha contagiado de Alba su locura, aunque ella también tiene sus síntomas de locura como su nerviosismo, es un pájaro loco, no es capaz de estarse quieta. Otra cosa que me encanta de ella es que es realmente madura, pero también tiene su lado infantil que le hace decir “esto me va a salir mal”; o “voy a suspender”, pero ella misma sabe que las cosas le van a salir bien. Ella sabe que va a conseguir lo que se proponga.
Siento haberme alargado mucho, y acabo muy rápidamente:


La esperanza es lo último que se pierde, porque los sueños solo mueren si muere el soñador, así que si vamos a soñar, soñamos en grande.

martes, 2 de junio de 2015

España, Cataluña y Euskadi insultaron a Leo Messi.

Resulta bastante llamativa la trascendencia que están teniendo los pitos al himno de España antes de la final de la Copa de S.M. Rey entre Barcelona y Athletic. Antes que nada, y siempre desde la neutralidad me gustaría decir una ley no escrita de la vida: "si quieres que te respeten, respeta tú primero". Digo esto porque en España el respeto no existe, y hace no mucho tuvimos el ejemplo de una persona que habla castellano no soportó el hecho de que un periodista local vasco, que estaba en directo para su cadena de radio, la cual como el 99% de las radios vascas (y catalanas) retransmiten en vasco/catalán, preguntaba al entrenador vasco de un equipo de fútbol. Esta persona no vasca, no pudo soportar esta situación constitucional -¿está prohibido hablar vasco? ¿está prohibido hablar vasco y luego traducir?- e interrumpió dos veces la escena quejándose de su discurso en euskera, hasta que el entrenador se marchó.

Lo primero que pienso cuando leo todo lo que se dice es: "Si no se sienten españoles, ¿por qué juegan la Copa?" Quizás la respuesta sea más complicada. El Barcelona tiene la exigencia por ganar hasta al Fifa al Leganés, y el Athletic Club tiene en la Copa su competición fetiche aunque no la ganan desde hace más de tres décadas. Si la respuesta está en el fútbol también me gustaría añadir algo. En cuanto se acabó el himno y empezó el partido, a mí se me olvidó el himno, los pitos, Felipe VI. Con el gol de Messi yo creo que mucha gente tuvo la misma sensación. Cambiaron el "Puta España" por "viva la madre que parió a La Pulga". Para terminar con este argumento tengo que decir algo más: ¡Qué bonita es la copa!, es verdad que la liga es una carrera de fondo, de partido a partido, y la Champions es la elegancia futbolística europea, pero la Copa es el torneo de la ilusión. El torneo donde dos aficiones van en masa a una ciudad con tal de ver a su equipo campeonar. Este año hemos tenido el ejemplo en la afición del Athletic. ¿Cuántos de aquí hemos visto alguna vez ver cómo una afición de otra ciudad superaba sensiblemente a la afición local en fuerza e ilusión? En baloncesto, por poner un ejemplo, es más bonito aún. En el pabellón se reúnen ocho aficiones distribuidas por todo el recinto, y es algo realmente espectacular. Es divino ver cómo entre las aficiones de los equipos más débiles nace de imprevisto una alianza para animar a un equipo que elimine algo más fuerte. Absolutamente brillante.

Si al inicio de esta reflexión hablaba sobre el respeto, creo que también hay que criticar a los aficionados que pitan. Oiga, ¿por qué pita usted? Si no se siente español lo primero que tiene que hacer es respetar el himno, como todo ser humano. ¿Cómo se sentaría usted si yo el día de su boda voy a mancharle la camisa blanca? ¿Cómo se sentaría usted si se le muere un hermano y yo voy a su entierro para mofarme de él? Son ejemplos duros, pero se dan. No entiendo ni voy a entender jamás a la gente que va a un estadio de fútbol para reclamar cosas políticas. Yo voy para ver espectáculo, para divertirme, entretenerme y evadirme de los problemas, que no son pocos. Si quiero meterme en cuestiones políticas me voy a una tertulia o convoco una manifestación. El problema llega cuando los que faltan el respeto son personas de una clase social alta. ¿Han visto la imagen de Artur Mas con una sonrojante sonrisa mientras sonaba el dichoso 'Lololololololo...'? Algo verdaderamente patético. ¿Sonríe el señor Mas porque en su communidad la pobreza ha aumentado un 48% en cinco años ? No, por lo visto sonríe porque no se siente español. Artur Mas debería de dejarse de meter en utopías como la independencia de Cataluña -¿alguien cree en algo tan remoto como eso?- y centrarse en los problemas que tiene su comunidad, porque dentro de poco hay elecciones, y quien mucho abarca, poco aprieta. Por eso de alguna manera me sentí un poco contento por la gente de Barcelona cuando las elecciones las ganó Ada Colau, porque sentí la sensación de que ella iba a abandonar la tontería independentista para intentar reconducir la situación en la ciudad condal. Para algunos que no hemos visto nada de los JJOO de Barcelona 92' excepto algunos eventos, da la sensación de que en sentimiento independentista ha sufrido un auge espectacular de nuevo sin ningún motivo concreto. En los JJOO no habían apenas banderas independentistas y se escuchaba el himno español sin ningún problema. ¿Para eso querían el Bernabeu? ¿Para provocar más al personal? Para eso que hubieran renunciado a la final, que estoy seguro que la afición del Real Betis hubiera actuado con muchísimo más respeto y habría estado más a la altura de lo que representaba dicho partido.


Luego, cómo somos los españoles, ¿eh? Llevo esperando que la Jueza Alaya aclare la situación judicial del Betis casi seis años ya, llevo esperando que se agilice el tema de Bárcenas un tiempo similar. Los ERE igual. La corrupción en Valencia igual. La situación de Monago igual. Y así unas miles de veces. Pero oye, para algo que sucedió hace tres días al día siguiente ya había convocado una reunión de pseudo-extrema urgencia. En algunos lugares hasta se dudaba de la continuidad de Rajoy y todo. Todos son recortes, desahucios, injusticias. Pero pitar el himno tiene sanción. Robar no. Pitar sí. Esto es España. Si quieren que no se pite el himno, también es culpa del gobierno, por recortar en lo que más falta hace en gran parte del pueblo español: e-d-u-c-a-c-i-ó-n. Y si no quieren que se silbe un himno, que hagan una ley, que para algo son los que gobieran, que den por fin un golpe de autoridad, a ver si espabilan de una vez. A ver si espabilan, que en el campo ya ha acabado el partido.