Muchas veces nos preguntamos si las casualidades existen, o si están retocadas por una varita mágica llamada destino. Si el ser humano es un ser imperfecto creado para comprender las letras de las canciones cuando estamos mal, reventando nuestro ansia por llorar, o si las naranjas están creadas para unir a personas.
Yo no sé si tú eres mi naranja, mi limón o mi paja de turno, pero conocerte y tenerte es de lo más maravilloso que ocurrió en mi sufridora vida, que ahora dominas tú con tus pequeñas manos, voz de princesa Disney y un pelo que baila tanto como atrae al personal.
Estoy seguro de algo y ese algo es que el caprichoso destino me va a regalar una oportunidad para verte, para que cumplamos todos nuestros deseos, para que las caricias distanciosas que me das sean una realidad. Para que las cartas que nos enviamos continuamente sean un día susurros nocturnos rodeados de sonrisas juguetonas, emociones dificiles de contar y cosquillas prohibidas que muchos desean, y soy el único que puede sentir tus pechos, tus manos mojadas dentro de mis boxer verdes.
Ya sea en Valdemoro, Sevilla, o en la Luna, quiero tratar tu piel de seda igual que la nieve endulza al invierno, o la piscina y la playa al verano. Quiero patearme la Gran Vía escuchando música contigo de tus cascos. O pasear junto a ti por el encantador centro de Sevilla, enseñándote lo genial que es la Giralda desde sus pies.
Que me des clases particulares sobre cómo besar, desabrochar tu sujetador amarillo y azul, acariciártelo con ternura y no con fuerza. Aprender a denotar que cuando gimes desesperada, es porque te rindes, eres mi esclava, igual que yo soy el tuyo. Despertarme todos los días contigo, y llevarte el desayuno a la cama. Que me esperes en la estación y en cuanto me baje, que corras a por mí, y me des un abrazo tan necesario como enterno, y en el que se describan las palabras contadas en miles y que callamos en millones de ocasiones.
Que yo no sé cocinar ni cantar. Que pese a ser andaluz ni tengo acento ni salero como ellos, que no tengo valor alguno como escritor ni persona, que soy como un oso de peluche rodeado de polvo al que tú convertiste en el peluche que todos admiran y desean tener por su personalidad, y tú eres la preciada dueña de él. Y yo quiero seguir siendo tuyo toda la vida, mi niña, mi princesa.
Porque tú eres como el viento por la noche, suave y tranquilo, aunque a veces te conviertes en un remolino. También eres como la orilla de las playas de Cádiz, sencilla, encantadora, dorada. Porque tu risa enamora, y tus labios provocan a cualquiera, pero sé que están sellados para mí, y para que cuando lleguemos a un semáforo en rojo en Cibeles, pueda besarte, sin miedo ni límite alguno. Sin temor a hacer el ridículo porque sé que contigo no habrán gatillazos ni enfados estúpidos. Que te compraré un montón de rosas, aunque ninguna llegue a ser tan bonita como tú.
Que si mi corazón hablara, te diría aunque no le creas que le encanta tu sobriedad, tus uñas dañadas, tus momentos bordes porque son los momentos en los que más le atraes, hasta aficionarnos a la lazulita y los gatos.
lunes, 27 de mayo de 2013
martes, 21 de mayo de 2013
Rock this box.
Mi vida es
semejante a un combate de boxeo. Si ya comienzo en desventaja por el poco amor
que me propino, imaginen ustedes lo que es vivir siempre recibiendo ganchos de
izquierda, derecha, y cosas que están fuera del valor ético: puñaladas por la
espalda, comentarios tortuosos, o patadas en los huevos son algunos ejemplos de
ello. Y yo ni siquiera me defiendo, ni levanto la mano derecha para pegar. Y
cuando comienzo a sangrar, noqueado con la rodilla doblada en el suelo, la gente
es incapaz de frenar en seco su ira, su ansia por querer más, todo por un mísero
y patético espectáculo. Los humanos dejan de ser humanos en el momento en el
que pagan por ver a seres humanos haciéndose daño. Por ver a personas que
cuanta más musculatura ganan, menos neuronas van quedando en su diminuto
cerebro.
Obviamente, yo
gane o pierda músculo en el gimnasio, ni me dedicaré al boxeo, ni iré pegando a
la gente porque sé que con los puños se hace muchísimo daño pero con las
palabras tengo la absoluta certeza de que un comentario cuenta con el dolor
equivalente a un derechazo en el norte del abdomen.
Y cuando te
apalizan, nadie tiene esa misericordia necesaria que él desearía si la suerte fuera a la inversa. Y es que en
un mundo como el actual, la gente que no tiene posibilidad de pedir piedad,
acaba colgada de una cuerda en el garaje de su casa, o con las venas abiertas
por cristales frágiles que cortan, mientras uno está recostado en su cama, con
la noche clara y las estrellas vacías. Con la ciudad nocturna abandonada, y los
recintos deportivos cerrados llenos de gente con traje y chaqueta de etiqueta,
usando a personas como monos parlanchines para entretener sus vidas rellenas de
monedas y billetes de 500€, pero huecas en su interior de algo tan necesario
como pobre hoy en día. De algo que provocaría un cambio bastante profundo en la
sociedad actual, repleta de diferencias económicas y culturales entre las
clases sociales.
De algo llamado:
sentimientos.
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sábado, 18 de mayo de 2013
WorldPeace.
Un día vi en un periódico un artículo sobre la sociedad actual y subrayé la palabra PERSONAS. Y de repente se me vino a la cabeza personas con características definidas: una mujer cualquiera alcohólica del barrio de Triana, cualquier persona sin estudios mínimos a las puertas de la oficina de empleo buscando un trabajo, un niño de seis años con síndrome de down, una pareja lésbica ofreciendo su amor en medio de una manifestación en contra de los homosexuales, o una mujer negra siendo arrecida por gasolina entre otros. Cuando estas visiones acabaron comprendí que habían muchas diferencias, pero que todo compartía algo en común: todos somos PERSONAS. Con dos brazos, cinco dedos en cada uno,una cabeza con nariz, dos ojos, una boca físicamente hablando, y si hablamos de personalidad todos contamos con mayor o menos miedo, sueños, ilusiones. Aunque algunos quieran hacernos creen lo contrario, nadie es mejor que nadie, y si comenzásemos a buscar la procedencia de todo, nos daríamos cuenta de la realidad.
Jesús es judío; la pizza, italiana; nuestro móvil, de Hong-Kong; la tortilla de patatas, española; la libertad, francesa; las salchichas y hamburguesas, alemanas y americanas respectivamente. El fúibol, procedente de Inglaterra, al igual que el sushi de Japón y el arroz Tres Delicias, de China. El picante Kébac, de países árabes como Egipto o Irán. Con esto lo que pretendo decir es que nadie es mejor que nadie, y que ser distinto no significa que seamos peor que nadie. Que por mucho que la bandera homosexual represente a homosexuales, transexuales, bisexuales, también nos representa a los humanos, y `por tanto nos representa a las personas, a las que nadie les va a quitar la ilusión de soñar. Porque el mundo no es un lugar donde prejuiciarse mutuamente, sino donde colaborar para lograr una felicidad eterna. Un mundo con cabida para gitanos, negros, pobres, mujeres enfermas, para todos. Porque todos somos PERSONAS.
martes, 14 de mayo de 2013
Alajo. (Ojala.)
Ojala pudiera sentir que sus labios de
hielo se derriten en los míos cada noche, y que su pecho se contrae cuando
estoy a centímetros de su pelo. Que se pica cuando la hago enfadar. Ojala
sintiese que soy la lo primero en su vida, su debilidad, en quién piensa al
despertar. Ojala, notara su nerviosismo cuando oye mi nombre. Que se masturba
cerrando los ojos e imaginando esa mano que hay dentro de su pantalón es mía. Ojala
fuera de Sevilla para que jugara todo el tiempo con su admirado azahar. Ojala
fuera el duende verde que la ve dormir. Ojala estuviéramos juntos, porque no
saldríamos un solo instante de su cama, viendo el sol de este a oeste.
Ojala me quedara dormido en sus pies, y
me levantase en Venecia, París, o alguna isla griega más perdida que el Barco
de Chanquete. Ojala fuera un avión de papel, y volara lo suficiente como para
llegar a su ventana, observarla todo el rato, sin poder guiñar un ojo. Ojala
comprobara que cuando la acaricias sonríe, y deja de morderse el labio.
Que como dicen, “cuando ella cruza por
debajo del cielo, solo el tonto mira al cielo”. Ojala notara la pasión de sus
palabras en cada beso largo que me ofrece. Ojala sus manos sean pequeñas y
seguras, al contrario que las mías, y que su piel sea más dulce que la lana,
que un bizcocho con forma de corazón pocho. Ojala perdiéramos la cabeza y nos escapásemos
del mundo.
Ojala todos los ojalas se cumplieran.
Trenes.
Un tren salió de Atocha
al rozar las doce. Ni tenía origen, ni final. Saber a dónde se dirigía se
convertía en un completo misterio.
Cuando mayo ya caminaba
firme hacia el verano, el tren abandonó la estación. Y al salir de ella, no iba
sola. Las palomas madrileñas actuaban como sus más fieles escuderas. Un tren de
apariencia fría de cara al exterior, pero cuyo interior demuestra ser cálido y
hogareño.
En un tren se pueden
encontrar historias tan increíbles como emotivas. Se pueden encontrar móviles
que la gente pierde sin querer, regalos imposibles, o que en tu asiente esté
junto al de alguien que no conoces, y se puede acabar convirtiendo en el amor
de tu vida. Y que su sonrisa se refleje en el ventanal del tres.
Un tren va a
velocidades imposibles por el mundo, noche y día, tarde y mañana. Con sol o
lluvia. Y hay solo algo que vaya a tal velocidad, y son nuestras miradas, la
mía marrón y la tuya verde como la esperanza, y las milésimas de tiempo que
tardan en encontrarse en la Puerta Del
Sol. Todos de niños siempre hemos querido un tren para jugar con él, y que
nuestra ilusión ni se detenga, ni se acabe. Para avivar el sueño de recorrer el
mundo en un vagón, de estar siempre acompañado de esas fieles gaviotas. Un tren
en el que solo tú tienes la opción de dónde bajarte. Y el mundo es un tren, así
que “paren el mundo que me bajo.”
lunes, 13 de mayo de 2013
Madrid-Sevilla.
Ni paciente ni impaciente. Ven tú, voy yo, o vengamos los dos. Escapemos antes de que la luna se acueste. Cojamos el primer autobús que parta hacia cualquier sitio donde podamos perdernos, entre la preocupación del resto. Vamos a convertirnos en dos locos adictos al insomnio con tal de no dormir, de estar despierto para poder disfrutar de las veinticuatro horas que tiene un día junto al otro. Hagamos cosas malas en el cine, en callejones oscuros y arbustos escondidos por bosques.
Hazme sentir el dueño de tus palabras, que yo ya te he declarado la heredera de mis sentimientos, de las miradas que te dedican mis ojos marrones, de mis miedos y mis sueños. Convierte mi rostro serio en una eterna sonrisa, y nuestros labios en un constante recipiente donde guardar los millones de besos robados que perdimos ambos. Volver a recuperar tu costumbre de rozar el azahar hasta el final, sentir tus brazos apoyados en mis hombros pidiendo un abrazo.
Desnudarnos frente a frente nuestros cuerpos sin tapujos, sin etiquetas que la sociedad se empeña en colocarnos. Mis lunares frente a tus cicatrices, y viceversa. Fusionar nuestros dos cuerpos en uno solo con la llegada de las tardes veraniegas, repletas de calor, en el que nuestros gémidos suenan en lugares inalcanzables.
Yo no quiero en ti celebrar San Valentín, ni los Reyes Magos, ni tu cumpleaños o el mío. Quiero besarte cuando me lo pidas, y que me beses cuando lo necesite. Acariciarte cuando tus ojos lo requieran a gritos, y desabrochar los botones de tu blusa cuando te muerdas el labio de manera altamente sexy.
Dar cientos de vueltas en una noria desde la que se vea la ciudad entera. Milones de fotos en las cuales salgamos con los ojos embrujados, embrujados de miles de recuerdos nuestros. Que todo comience a partir de un sueño, que los sueños a veces se cumplen, que los sueños a veces son realidad, por díficil que parezcan.
martes, 7 de mayo de 2013
Con p de Gato.
Somos capaces de todo.
Amarnos sin conocernos, odiarnos con nuestras armas: los
abrazos, los besos mordidos, y el sexo duro hasta el amanecer.
Cambiantes en milésimas de segundo. Pasar de mandarnos a la
mierda, a desearnos desnudos frente a frente.
Decir “te amo” sin sentirlo, a expresar nuestro odio con el
corazón en la mano. Ser la causa del suicidio, o la consecuencia de tener ganas
de vivir.
Conocer por segunda vez a ti mismo, reconvertido en otra
persona, y sentir que le entregarías todo, incluso la vergüenza sexual mal
perdida la primera vez.
Encima colabora la puta distancia que tantas veces me he cansado
de oír hablar de ella y la he calificado como “cansina”.
Y su entorno de mimada, de asquerosa niña pija, borde, inmadura,
pero al mismo tiempo encantadora, dulce, adorable, pícara, guapa, cariñosa, tan
sensible como atenta.
Con tantos pros como contras. Tantos quebraderos de cabeza que
me ha provocado.
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Ubicación:
Valdemoro, Madrid, España
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